Todavía no conocemos a Joseph Ratzinger, aunque la mayoría de la gente piensa que sí le conoce. Su elección como Papa demuestra que los cardenales y el Espíritu Santo no entienden -o no quieren entender- de marketing. Es el cardenal que, con diferencia, tiene peor imagen en los medios de comunicación pero lo que realmente importa es si le cae bien a Dios y parece que sí, que le cae extraordinariamente bien.
He leído el libro Informe sobre la fe que escribió Vittorio Messori sobre unas entrevistas que le hizo al entonces cardenal y ahora estoy empezando a leer un libro que escribió Ratzinger en 1992 que se titula Una mirada a Europa (gracias, Elvi).
Ayer pronunciaba el cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, unas palabras que podrían darnos pistas de por dónde va su pensamiento:
«Adulta» no es una fe que sigue las olas de la moda y de la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da la medida para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad.
Tenemos que madurar en esta fe adulta, tenemos que guiar hacia esta fe al rebaño de Cristo. Y esta fe, sólo la fe, crea unidad y tiene lugar en la caridad. San Pablo nos ofrece, en oposición a las continuas peripecias de quienes son como niños zarandeados por las olas, una bella frase: hacer la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo, coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad, sería como «un címbalo que retiñe» (1 Corintios 13, 1).
Nos ha pedido oraciones -las mías ya las tiene, Santidad. La profundidad de su pensamiento se une con la claridad expresiva y la verdad que se propone difundir va a ir unida de la caridad en el fondo y en la forma. Nos va a exigir del mismo modo que Juan Pablo II lo hizo, del mismo modo que Cristo lo hace.
Es el reto que Dios nos lanza hoy y hay que estar a la altura.