«A sus cuarenta y dos años, los ancianos de la jefatura comunista polaca debieron de considerarle un muchacho inexperto al que podrían manipular. Luego estaba su absoluta falta de interés en la política como ellos la entendían. Era un intelectual algo abstraído y no muy versado en los entresijos de la vida pública, un hombre que quedaría satisfecho con promesas y garantías vagas. Kliszko [portavoz del Parlamento polaco comunista, resposable del visto bueno al nombramiento de obispos] y sus camaradas debieron de concluir que esa combinación de edad, intelectualidad e inexperiencia hacía de Karol Wojtyla el títere perfecto para lograr su antiguo objetivo estratégico: el de dividir la jerarquía polaca con la intención de marginar al primado y disminuir la influencia pública de la Iglesia».
Testigo de Esperanza
George Weigel
Recordé hoy este episodio, cuando el régimen comunista polaco decide denegar la autorización a todos los candidatos a la diócesis de Cracovia hasta que la Iglesia decida proponer a Wojtyla, pensando que el joven obispo es de los suyos.
Lo recordé al escuchar en la Ser el despiste de algunos periodistas y políticos, que piensan que Rouco es el problema o que Blázquez será menos exigente en las cuestiones doctrinales.
En el mismo libro, Weigel relata que un católico, informado por el mismo Kliszko de que Wojtyla era el obispo deseado, tuvo que contener la risa.