Las beatificaciones, desde la serenidad (€)
Francisco Vázquez
Cuenta en sus memorias el columnista y politólogo francés Raymond Aron que en los meses iniciales de nuestra Guerra Civil se encontró en ParÃs con el polÃtico e intelectual español -por cierto, de origen coruñés- Salvador de Madariaga, ministro de la República y uno de los padres de la unidad europea. Aron le preguntó extrañado a don Salvador que qué hacÃa en ParÃs en aquellos momentos tan trágicos de nuestra Historia y éste le contestó que se encontraba exiliado ante el convencimiento de que, en cualquiera de las dos zonas en que se habÃa dividido España, lo habrÃan asesinado. Más que una anécdota personal, el drama de Madariaga refleja cruelmente la realidad que llevó a la sinrazón de matar y asesinar en las retaguardias no sólo con la intención de exterminar fÃsicamente al adversario, sino también para erradicar el pensamiento antagónico. Setenta años después, el tiempo transcurrido aconseja dejar en manos de los historiadores la tarea de fijar responsabilidades y atribuir culpas, de manera que sea la Historia la que permita a los españoles de hoy conocer serenamente su pasado sin más apasionamientos que los que predicaba Manuel Azaña cuando pedÃa «paz, piedad y perdón», sentimientos contrapuestos a los que en los últimos tiempos impulsan minorÃas que aparecen como herederas de los dos bandos enfrentados, propalando ideas de rencor, revancha y resentimiento.
Es la Historia la que nos debe permitir situar en un ámbito de reconciliación y perdón la ceremonia que el próximo domingo se celebrará en la ciudad de Roma para elevar a los altares a 498 españoles que fueron asesinados, simplemente por ser consecuentes con su fe, junto a más de 7.000 miembros de la Iglesia española, muertos algunos de ellos incluso en la llamada zona nacional. Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, obispos y laicos vÃctimas de una de las más encarnizadas persecuciones religiosas que contra la Iglesia se llevó a cabo en el siglo XX, un siglo trágico al que el anterior Papa, Juan Pablo II, calificó como el «siglo de los mártires».
Mártires de la fe, mártires de sus convicciones, al igual que otros miles y miles de españoles, hombres y mujeres como ellos, jóvenes y ancianos que, también fieles a sus convicciones ideológicas y consecuentes con sus ideales polÃticos, fueron en el otro bando tan bárbaramente asesinados como los hijos de la Iglesia.
Desde mis actuales responsabilidades en Roma, me sorprende mucho cómo en España se está distorsionando una ceremonia que nada tiene de polÃtica y como, una vez más, volvemos a restregarnos a nuestros muertos recreando las facciones de la guerra, aunque sólo sea en batallas de esquelas. Parece que como pueblo todavÃa no hemos sido capaces de olvidar y, lo que es peor, tampoco de perdonar.
La beatificación de los mártires es otra ocasión más para la reconciliación y no la debemos perder. No tiene más lecturas e interpretaciones que las de la normalidad con que la Iglesia católica lleva a cabo este tipo de procesos. En efecto, hace bastante años, a instancias de familiares o de testigos, o de compañeros en la profesión religiosa, para reconocer el testimonio y la heroicidad de muchos de los hijos de la Iglesia asesinados en los momentos iniciales de la Guerra Civil, se iniciaron las llamadas causas de beatificación. Después de un larguÃsimo y complicado proceso, la Iglesia elevará a los altares a 498 mártires que son para los católicos unos más de los continuadores de aquellos primeros cristianos que en Roma regaron con su sangre las arenas del Coliseo.
Si no fuera por la excepcionalidad que concurre en las circunstancias de su muerte, dirÃamos que los beatos son elevados a los altares después de un proceso normal y también, desgraciadamente por su frecuencia, habitual en la historia de la Iglesia. Algunas de estas causas se iniciaron en 1960 e incluso una de ellas en 1948, cuando nadie ni pensaba ni buscaba utilizaciones partidarias o polÃticas tanto a favor como en contra. Nada más lejos de la voluntad de la Iglesia universal que la manipulación o la utilización de una sangre que sólo debe servir de ejemplo y testimonio público de compromiso con la fe.
Por eso sorprende mucho la forma en que se reabren intencionadamente debates que ya parecÃan superados con la intención de atacar a la Iglesia, exigiéndole responsabilidades por sus comportamientos en aquellos años de guerra.
Todos tenemos que pedir perdón, incluida la Iglesia, porque todos cometimos errores, pero parece natural que en unas circunstancias concretas como las que concurren en esta beatificación la generosidad se deba tener con la Iglesia para pedirle perdón por la persecución inusitada que sufrió con la destrucción de templos, conventos, colegios, objetos sagrados y de culto y, sobre todo, porque más de 7.000 miembros de su clero y de las órdenes religiosas fueron vÃctimas inocentes de la contienda fratricida.
No parece que éste sea el momento apropiado para lanzar diatribas contra la Iglesia católica española por su colaboración con el anterior régimen. Además, la Historia es serena y no hay verdades inamovibles. Al lado de sus graves responsabilidades -sobre todo en la etapa más cruel que, en mi opinión, fue la de la posguerra-, la Iglesia española tiene también páginas de piedad y de perdón que deberÃan servir a la jerarquÃa de hoy para llevar a cabo un proceso de reflexión generoso y sereno que le permita pedir perdón por los errores cometidos, acorde con el espÃritu y el papel positivo con el que participó en todo el proceso de la Transición democrática.
Y lo digo porque, en estos últimos meses, en los archivos vaticanos se han abierto al examen público los documentos relativos al pontificado de PÃo XI que revisten una gran importancia para comprender mejor los años de la República y de la Guerra Civil. Podemos asà conocer la renuencia que durante los primeros años de la guerra tuvo el Vaticano para reconocer el régimen de Franco, a pesar de la cruel represión sufrida por la Iglesia en la zona republicana. Hay anécdotas preciosas, como la que protagonizó el propio PontÃfice PÃo XI cuando echó con cajas destempladas de su despacho al emisario oficioso del General Franco. Hasta mayo de 1938 no reconocerÃa el Vaticano a las autoridades nacionales.
Pero lo más importante es el espÃritu de perdón y de reconciliación que encontramos en textos censurados por el régimen y que no llegaron a conocimiento de los españoles, como, por ejemplo, el discurso radiado en abril de 1939 por el Papa PÃo XII, en el que apelaba al perdón de los vencidos y a la búsqueda de la reconciliación nacional. O también la censura que sufrió la primera Carta Pastoral del Cardenal Gomá en la que pedÃa «un perdón generoso y espléndido que pusiera fin a las amargas divisiones producidas por el conflicto civil».
El perdón y la reconciliación deben ser la semilla de la sangre de los mártires que dieron el ejemplo de morir perdonando. Estoy convencido de que el domingo, Roma, aportando la serenidad de su larga Historia, servirá como escenario de encuentro, de diálogo y de acuerdo, espÃritu y voluntad con el que tanto el Gobierno de España como la Iglesia española asistirán a la ceremonia.
Francisco Vázquez y Vázquez es embajador de España ante la Santa Sede.
29/10/2007 a las 04:33
El mensaje del Embabajador español -y ex Alcalde de un servidor- es el paradigma de lo cabal; del sentido común. Poco importa si sus lectores potenciales son agnósticos o creyentes. Al apelar a la generosidad y a la cordura está diciéndolo todo.
Desafortunadamente, las élites polÃticas españolas, enfervorecidas ante la inminencia de unas elecciones generales, instrumentalizan el proceso beatificador de referencia en perjuicio ajeno -antes, incluso, que en su propio beneficio-, como ha sido de rigor en cualesquiera otros comicios anteriores.
Lo tenemos realmente crudo con la oferta de papeletas que se nos avecina: una sociedad progresivamente infantilizada, más preocupada por el Euribor que por la Justicia -a la usanza de Occidente, en general- debe elegir entre opciones polÃticas venidas a menos, a izquierda y derecha de ese Centro sobre el que todos parecen converger y que a mi sigue sonándome como la leyenda del punto G.
Llevamos casi cuatro años asistiendo a un espectáculo circense de Populares y Socialistas pugnando por mostrarnos quién logrará una mayor desconexión de «la normalidad» a lo largo de la jornada … Se comportan como pandillas de barrio, antes que como Partidos PolÃticos responsables. Son patéticas agrupaciones de elementos paniaguados en torno a unos pocos maestros de escena. Si no fuese por lo mucho que nos cuestan y por lo muchÃsimo que entre unos y otros han abusado de la buena fe de sus electorados respectivos, resultarÃa hasta gracioso.
Ojalá hubiese media docena de clones del Sr. Vázquez en Ferraz y en Génova. Dadas las circunstancias, no me apetece elegir entre malos y potencialmente peores [reservaré, pues, mi fe para los comicios presidenciales rusos, que también daran qué hablar en marzo 2008].
30/10/2007 a las 09:43
Coincido con César en casi todo. La única diferencia es en sus últimas palabras. Yo sà votaré porque el energúmeno que está ahora es tan terriblemente peligroso que hay que sacarlo de ahà como sea, y la única alternativa que tiene alguna posibilidad de retirarlo es Rajoy, aunque me parezca un cantamañanas, pero es que cualquier otro voto o la abstención es un regalo para Zeta, y con ello cuenta él, con el descontento generalizado de la derecha hacia su supuesto lÃder que no lidera nada.
Paco Vázquez ha tenido, en su vida polÃtica, partes más o menos oscuras, pero creo que siempre ha sido coherente y siempre ha sabido de lo que habla. Aunque no sea el modelo de católico al que yo aspiro ni me parezca el embajador ideal en la Santa Sede, pero visto lo que hay en el partido que nos gobierna, es lo mejorcito que tienen y con mucha diferencia.
30/10/2007 a las 17:32
No coincido en unos cuantos de los puntos expuestos por Paco Vázquez. Tampoco estoy de acuerdo en el hecho de que desempeñe un cargo para el que carece de la preparación que la cortesÃa requiere, puesto que no es diplomático.
En cierto modo, por otro lado, Vázquez demuestra cierta coherencia, puesto que en La Coruña sigue habiendo calles con nombres que otros sitios chirriarÃan, como la de Calvo Sotelo, diputado de la oposición en 1936 a quien la policÃa sacó de su casa ilegalmente a medianoche (tenÃa condición de aforado y, sobre todo, no habÃa acusación contra él), y lo mataron. En este sentido, Vázquez no se ha comportado de manera tendenciosa ni sectaria. Incluso dirÃa que es un hombre más respetuoso que Gallardón en lo que se refiere a la pluralidad de «sensibilidades». A Gallardón parece que le gusta promover actividades anticatólicas.
Me cuentan mis amigos de La Coruña que Vázquez ha demostrado mesura y templanza, de modo que los votantes conservadores no se han encontrado a disgusto con él.
Sin embargo, sigo sin saber qué pinta Vázquez en el PSOE, perdón PZOE.
31/10/2007 a las 10:47
José MarÃa, Paco Vázquez hace en el pZoe lo mismo que Galli en el PP, o sea nada. En Galicia se dijo durante bastantes años que cuando Fraga se retirase, su sucesor natural era Paco Vázquez.
Una pequeña puntualización, a Calvo Sotelo no lo mató la policÃa, quien lo sacó de su casa a las 3 de la noche del 13 de julio del 36 fue un grupito de Guardias de Asalto y miembros de las Juventudes Socialistas dirigidos por el Capitán de la Guardia Civil Condés. El que le disparó fue el pistolero socialista Luis Cuenca, miembro de la escolta del dirigente socialista Indalecio Prieto. Él y Condés confesaron su crimen a los dirigentes del PSOE Julián Zugazagoitia, Juan-Simeón Vidarte e Indalecio Prieto. Los tres les reprocharon su acción, pero no los denunciaron y les aconsejaron que se ocultaran (Condés lo hizo en el domicilio de la diputada socialista Margarita Nelken) y esperaran a la inminente Guerra Civil. Todo esto está escrito por la mano de los protagonistas en sus respectivos libros de memorias. En el museo del ejército se puede contemplar la pistola con que Luis Cuenca mató a Calvo Sotelo.
En resumen, no fue la policÃa, fue un pistolero socialista.
Un saludo.
31/10/2007 a las 20:55
Interruptor dixit: «un grupito de Guardias de Asalto y miembros de las Juventudes Socialistas dirigidos por el Capitán de la Guardia Civil»
¿Eso no era policÃa? Los Guardias de Asalto y la Guardia Civil eran Fuerzas de Seguridad del Estado y dependÃan del Gobierno, lo mismo que hoy dependen del Gobierno la PolicÃa Nacional y la Guardia Civil. Usaron un coche policial y se presentaron como policÃas. Llamaron a casa de Calvo Sotelo de noche. Otra cosa, como aduces, es que dentro del grupo policial se metieran otros afiliados del PSOE sin cargo policial.
Además, el Gobierno lo supo y lo ocultó. Lo que no está probado es que el Gobierno impulsara ese asesinato. Lo cometieron por su cuenta miembros del PSOE. Como muchos de ellos eran policÃas, se sirvieron del cargo para sacar de su casa a Calvo Sotelo. En realidad, querÃan matar a Gil Robles, pero no estaba en su casa esa noche, porque se habÃa ido a la sierra. Estos policÃas (y no policÃas) del PSOE sabÃan que podÃan hacer lo que quisieran… Luego ese tipo de proceder se generalizó con las checas. Desde hacÃa tiempo cometÃan atentados y asesinatos diversos, como bombas en las sedes de los partidos de derechas.
Pero esto, para mÃ, es historia. No creo que nadie tenga que condenar la República o el Franquismo, ni creo que nos tengamos que echar los trastos a la cabeza con estos temas. Por eso, la Ley del Rencor Histérico de Zetapé es lamentable.
Creo que lo saludable es reconocer que los años 30 fueron una locura brutal y que ahora podemos funcionar mejor que algunos de nuestros abuelos.
Interruptor y demás, gracias por vuestras aportaciones.
02/11/2007 a las 09:50
«Creo que lo saludable es reconocer que los años 30 fueron una locura brutal y que ahora podemos funcionar mejor que algunos de nuestros abuelos»
Esto es lo que le duele a muchos, que se sacan de la manga una ley imbécil para provocar crispaciones (lo cual les da muy buenos resultados electorales) y resulta que se beatifica a casi medio millar de mártires por su ejemplo de perdón a sus verdugos y su carácter reconciliador. Eso hace mucho daño a las estrategias polÃticas basadas en el enfrentamiento, por ello tienen que contraatacar diciendo imbecilidades como que las beatificaciones son polÃtica. Son memos hasta el tuétano.
16/12/2007 a las 00:49
Sobre los curas asesinados por el «bando nacional», silencio de la jerarquía eclesiástica. ¿Por qué?
16/12/2007 a las 20:32
manutc… uhm, ¿no será uno esos «ciberactivistas» fichados por Ferraz desde hace unas pocas semanas? Más discurso rancio (anticlerical hasta los tuétanos, proabortista radical, sentimiento de hiperlegitimación), carente de argumentos, básado en tópicos… Tiene pinta de síntoma de gripe en el PSOE.
Por el lado contario, al menos, últimamente he visto algunas cosas positivas en Gustavo de Arístegui y en Montserrat Nebrera.
Tenemos por delante 83 días. A ver.