El título del post lo vi en una pintada en Vigo. Me pareció un resumen perfecto de cierta actitud hacia el terrorismo, actitud muy extendida en la sociedad. La actitud queda ejemplificada por el artículo de José Luis Rodríguez Zapatero en el Financial Times: los terroristas obran por un sentimiento de frustración y, en el fondo, la culpa es nuestra por no atender sus ansias de justicia.
Como el neoprogresismo persiste en la teorización irreal de los problemas, no tiene ninguna necesidad de confrontar con la realidad si esto es así. En primer lugar, Osama Bin Laden no es un paria, es un multimillonario y sus terroristas ejecutores son personas educadas en occidente, que trabajan entre nosotros y a las que no les falta ni la riqueza ni la posibilidad de formar sus cabezas. En segundo lugar, el fanatismo talibán busca hundir en la mayor miseria a sus poblaciones, no en elevarlas al nivel de vida occidental. El talibanismo y el fundamentalismo islamista no tienen futuro entre una población educada y rica. No les preocupa la pobreza -jamás he leído en ningún mensaje de Al Qaeda que pidan escuelas, ayuda al desarrollo o apertura al comercio internacional- de modo que la solemne memez que dice Zapatero («Es poco realista esperar alcanzar la paz y la estabilidad en un mar de injusticia universal») demuestra que, como en todo, sigue instalado en un discurso ideologizado, en un diagnóstico falso de la realidad y sin aportar soluciones tan siquiera posibles. ¿Debemos esperar a que el planeta sea un mar de justicia universal para que unos fanáticos dejen de matar a la población civil inerme? ¿Es realista y adulta esa idea? No me extraña que nadie le llame para pedirle consejo.
No quiero ni siquiera entrar en cómo puede leer esas palabras una víctima del terrorismo.
Las raíces de ese terrorismo indiscriminado se pueden encontrar -no solamente- en algo que siempre ha existido y existirá: el resentimiento, el odio al que algunos libremente se apuntan. Marta Salazar enlaza hoy con el post El resentimiento mata del blog Argepundit, en el que se comenta un artículo en The Times de Roger Scruton. No estoy totalmente de acuerdo con el análisis de Scruton (por ejemplo, no se da cuenta de que los vascos, dentro de España, son los de un mayor nivel de vida). Pero expresa algo que es común a los terrorismos que conocemos en España: el odio fomentado desde la infancia hacia grupos, hacia naciones, hacia culturas diferentes es lo que alimenta el terrorismo.
¿Son perfectas las sociedades que sufrimos el terrorismo? No, ni creo que nadie pretenda serlo, pero de ahí a asumir que somos los responsables del terror y que los terroristas sólo vienen a castigar nuestros pecados hay un peligroso salto ideológico, nada lógico.