Me resistía, a ratos conscientemente a ratos no, a escribir sobre la plaga de la pornografía infantil. Tengo niñas pequeñas en mi familia y cuando pienso en los desalmados que hacen daño a niñas y niños indefensos puedo entender que se sienta el impulso de matar a alguien. No tengo palabras, así que las tomo prestadas:
«Y llamando junto a sí a un niño, lo puso delante de ellos y les dijo: Os aseguro que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Por consiguiente, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
Y quien acoge en mi nombre a un niño como éste, es a mí a quien acoge.
Si uno escandaliza a cualquiera de estos pequeños que cree en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una rueda de molino de las que mueven los asnos, y lo sumergieran en el fondo del mar.»
Si llegas aquí buscando víctimas, ten esto en cuenta: podrás huír de la Policía, de la Guardia Civil o de las autoridades de tu país, el que sea. Podrás simular ante tus conocidos y tu familia, podrás ser una persona reconocida incluso respetada, pero no huirás de Dios, te escondas donde te escondas. Él te conoce y si no cambias, tus víctimas te acusarán mañana ante el Trono del Omnipotente. Y no sabes si habrá mañana para ti.
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