En política soy una centrista despreciable, de esas personas que entre papá y mamá se quedan sin ninguno de ellos porque mamá es una madrastra y papá es un tirano. Entre el Estado y el mercado (que no es una unidad de propósito) no me decanto por ninguno.

Tanto el Estado como el mercado están formados por personas, muchas de ellas con codicia y ansias de poder. Las grandes corporaciones no son el mercado, son parte del mercado y el Estado debe asegurar la libre competencia, evitar que se formen oligopolios y monopolios, disolver no agrupar.

Por lo tanto, no soy anarcocapitalista. Dicho esto, en Europa el problema no es el mercado, es el Estado y la política. El Estado sí tiene una unidad de propósito, hay una jerarquía y en la cumbre están los políticos. Imaginarse el mercado como unos señores con gafas negras es muy propio de Forges y del 15-M, muy propio de IU y también de las fuerzas extremistas de izquierdas y derechas que necesitan meter miedo a la sociedad para que les den poder estatal. Pero el Estado es el único que se puede permitir el lujo de imponer sus criterios a todos, de enviar a la cárcel al que desobedezca y de condenar a la miseria al que se le oponga.

El mercado es el autónomo que intenta ejercer su profesión, la mujer que compra viajes por Internet o el jubilado que cambia su pensión de banco. Vectores que van en diversas direcciones y que necesitan información, transparencia y libertad de movimientos porque el propósito es individual, no colectivo.

A la izquierda le encanta crear monstruos para meter miedo y uno de ellos es el mercado. Que lo haga el 15-M, IU y otras izquierdas antisistema no es extraño. Que lo haga el PSOE es de risa. El mercado que existe en España es un mercado que le debe todo al PSOE. De 1978 hasta 2011 ha gobernado un total de 20 años. Por supuesto, el PP tiene su cuota parte de culpa en cómo es el mercado en España.

Yo no sé de altas finanzas pero sé lo que ocurre en el día a día. Y lo que sé es que la Administración española es una selva de normativas complejas e inexplicables (artículo en The Economist) en las que el ciudadano bracea impotente. Sé que para matricularse en los postgrados en la Universidad de Vigo hay que leer un PDF de 190 páginas (no cliques); que para cada convocatoria de proyectos hay diferentes palataformas informáticas o formularios que has de rellenar con datos que ya tienen en otras docenas de plataformas que has cubierto; que el borrador de la declaración de la renta nunca garantiza que estén todos los datos correctamente generados, de manera que la Administración nunca es responsable de sus errores sino que sus errores los pagas tú; que para cada pequeño paso en el mundo de la empresa hacen falta licencias y pagar por adelantado cientos de euros aunque no tengas ni uno de beneficio; que no hay libre competencia en las gasolineras porque se admite concertar precios; que los ayuntamientos dan y quitan permisos de construcción dependiendo de quién los pida; que el mundo de las gestorías sólo existe en España, porque en el resto de los países desarrollados la legislación es conocida, inteligible y la Administración tiene la obligación de dártela claramente por escrito.

Y mientras el Estado ha creado esta multitud de sogas, normas, plataformas, decretos y licencias que necesitan a un ejército de funcionarios para mantenerse, el político corrupto encuentra ahí su caldo de cultivo. En esa falta de transparencia, en esas normas hechas para el enemigo y no para el amigo, en unas cajas públicas que sufragan los negocios de los que están vinculados a la política, unos partidos políticos que se pelean por las concejalias de urbanismo para cobrar su 3% de mordida, en unos medios de comunicación que viven de la publicidad institucional que graciosamente conceden los políticos y que hasta hace seis meses no sabían nada de la crisis. Esos políticos que deciden que se debe subvencionar el coche eléctrico aunque no se venda ni una docena de ellos

En fin, que el mercado no es el culpable de la crisis, señoras y señores, la culpa de la crisis es de los políticos que han exprimido al ciudadano, que han dejado que los oligopolios y monopolios acaparen el mercado, que han asfixiado la iniciativa privada porque han impedido que las ideas se abrieran paso y han llenado España de «porcos de pé» arrimados al poder.

Y al quiera saber más sobre la enorme culpa que los políticos tienen en este desastroso panorama, que empiecen leyendo este post y sigan leyendo en Nada es Gratis. Acto seguido, reflexionen y vayan a votar.