El asesinato de los trabajadores de Charlie Hebdo, de los tres policías y de los cuatro judíos, todos en París, es abominable, más todavía cuando se hace en nombre de Dios.
La solidaridad política y periodística de Europa ha sido selectiva. Sólo se ha identificado con la revista Charlie Hebdo. Las otras víctimas son de una categoría inferior.
Así, hemos pasado varios días con la identidad cambiada ya que, si no eres Charlie Hebdo, claramente eres un gañán. Por la libertad de expresión, identidad obligada.
Se puede intentar entender esa solidaridad selectiva. Por ejemplo, se aduce que es en realidad la libertad de expresión la que está en peligro tras el atentado. Aquí se ve que también los iconoclastas y descreídos dan más valor a una idea (la libertad de expresión) que a las personas, ya que Ahmed el policía murió rematado en el suelo pidiendo clemencia, pero no simboliza nada tan importante como la libertad de expresión. El símbolo por delante de la persona.
Y, para ejemplificar lo poco que importa la persona, y como apoyo a Charlie Hebdo, se reproducen los insultos a las creencias de Ahmed.
Ese mismo día Boko Haram asesinó a 2.000 personas en Nigeria. Llevamos meses de matanzas de cristianos en Siria e Irak. Ayer asesinaron, por lo de Charlie Hebdo, a varias personas en Níger y quemaron dos iglesias. Se despacha con un breve. Ni manifestaciones, ni hashtags, ni escándalo.
Jordi Molas expresó el doble rasero de manera brillante.
– Otro atentado por lo de Charlie Hebdo.
– Rápido! Organizemos otro JeSuis
– Están quemado iglesias en Níger.
– Oh wait! No nos precipitemos— (((jmنlas))) (@jmolas) January 17, 2015
El Papa Francisco entró en la polémica. Digo que entró porque sus palabras lo demuestran. Por cierto, hay que leer las palabras de alguien antes de opinar sobre ellas.
Exactamente fueron éstas:
“Creo –dijo– que los dos son derechos humanos fundamentales: la libertad de expresión y la libertad de religión. Usted es francés… Hablemos, pues, de lo de París. Hablemos claro. No puede esconderse una verdad: que cada uno tiene el derecho de practicar su propia religión, sin ofender, libremente. Así lo hacemos; queremos hacerlo todos”.
“En segundo lugar, no se puede ofender, hacer la guerra, matar a un hombre en nombre de la propia religión; en nombre de Dios. A nosotros, lo que está sucediendo ahora nos sorprende. Pero siempre pensamos en nuestra historia. ¿Cuántas guerras de religión hemos hecho? Piense usted en la noche de San Bartolomé ¿Cómo se entiende eso? También nosotros hemos pecado. Pero no se puede matar en nombre de Dios. Eso es una aberración. Matar en nombre de Dios es una aberración“.
“Creo que esto sea lo principal sobre la libertad religiosa: hay que hacerlo con libertad, sin ofender, pero sin imponer, sin matar”. “La libertad de expresión –prosiguió–: cada uno tiene no solo la libertad, el derecho; tiene también la obligación de decir lo que piensa para ayudar al bien común. La obligación. Pensemos en un diputado o un senador; si no dicen lo que piensan que es el verdadero camino no colaboran con el bien común. Y no solo ellos, sino tantos otros. Tenemos la obligación de decir abiertamente, tener esa libertad, pero sin ofender“.
“Porque es verdad que no se puede reaccionar violentamente pero si Alberto Gasbarri [organizador de los viajes papales], gran amigo, dice una palabrota contra mi madre, le llega un puñetazo.¡Es normal! ¡Es normal! No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los otros, no se puede hacer burla de la fe“.
“El papa Benedicto en un discurso, no recuerdo cuál [el de Ratisbona], ha hablado de esta mentalidad postpositivista, de la metafísica postpositivista que llevaba finalmente a creer que las religiones, las expresiones religiosas son una especie de subculturas que son toleradas, pero son poca cosa, no forman parte de la cultura ilustrada. Esto es una herencia de la Ilustración”.
“Tanta gente habla mal de las religiones, las toma a broma, las ‘convierte en un juguete’. Y estos provocan y puede suceder lo que le sucede a Gasbarri si dice algo contra mi madre. Hay un límite. Todas las religiones tienen su dignidad, todas las religiones que respetan la vida humana, la persona humana. Yo no puedo tomarlo a broma. Esto es un límite. He escogido este ejemplo del límite para decir que en la libertad de expresión hay límites, como el de mi madre”.
Palabras llenas de matices y que han sido despachadas con comentarios tan simples como decir «qué horror» y escribir una carta del director, Pedro J. Ramírez, para sí, en este caso, meterse con las convicciones del Papa Francisco que claramente no le va a meter ningún puñetazo.
Yo tampoco. Se ríe en su carta, que no pienso enlazar, de la Inmaculada. Incluso estoy pagando su frivolidad ya que soy accionista de su nuevo medio, El Español. Es un texto bastante embarullado de citas en el que menta mucho la razón y se olvida de la cita obligada: el sueño de la razón crea monstruos. Se acuerda mucho de las guerras de religion y muy poco de las guerras en nombre de la razón, la libertad, el progreso, la igualdad o la nación. Éstas últimas han sido las más sangrientas y las más cercanas en el tiempo. Sólo una mirada al siglo XX estremece.
Por ejemplo, imagino el horror de los judíos alemanes al verse caricaturizados como ratas y a los librepensadores racionales excusando la libertad de expresión de los nazis. También imagino en los suburbios franceses a un niño argelino al que sus compañeros rubios le restriegan una portada de Charlie Hebdo. O a un sirio al que apalean hasta la muerte por las caricaturas francesas. Valía la pena que murieran por la libertad de expresión.
Le pregunté ayer a Pedro J.
Oye, @pedroj_ramirez ¿tú jamás has retirado de El Mundo una opinión que te parecía ofensiva? Eran palabras, ¿lo has hecho?
— (((Moﻥtse Doval))) (@mdoval) January 17, 2015
Y respondió hoy tras varios intentos:
@mdoval Sí, pero defiendo el derecho a que otro no lo haga. Y si le matan por eso, difundo sus ideas -las caricaturas- en pro de la libertad
— Pedro J. Ramírez (@pedroj_ramirez) January 18, 2015
Si se lo pregunté es porque sabía la respuesta. También Pedro J. prohíbe que se ofenda a las víctimas de la violencia doméstica, algo que me parece muy bien y que apoyo. También le ofenden los actos de exaltación del terrorismo. Muy bien.
Si le ofende eso e incluso es capaz de retirar esos contenidos de su periódico como hizo en 2011 será porque no los considera objeto de la libertad de expresión: ¿son sólo las ofensas a los sentimientos religiosos libertad de expresión? ¿Tenemos, por tanto, una
cultura aceptable y otra religiosa sólo tolerada pero combatida con todas las armas? ¿Hay un estatus respetable para el laicismo y una reserva india para los creyentes? ¿Es así como funciona?
Prefiero ser Ahmed, él murió defendiendo a los que le despreciaban.
19/01/2015 a las 11:35
Enhorabuena por la entrada con la que estoy totalmente de acuerdo. Si hay un héroe en esta historia, ese es Ahmed.
En cuanto a las palabras del Papa, en otros medios, he leído que dijo que «mi amigo puede esperar un golpe» no que se lo fuera a propinar. Habiendo sido Jesuita, esta versión me cuadra más.