La era del profesor desorientado · ELPAÍS.com
La idea de fondo es que el adolescente que está en clase no atiende porque lo que aprende no tiene que ver con su mundo. Y, por supuesto, que la culpa no es suya.
No recuerdo ir a clase emocionada a aprender matemáticas, griego y latín. Creo que nunca ha pasado. El alumno siempre ha encontrado que las materias estaban alejadas de su realidad.
Pero creo que nunca pensamos que eso fuera una justificación para nada. Suponíamos que sabíamos menos que el profesor y que nuestros padres y que era normal que en nuestro mundo infantil las derivadas fueran un enigma que, personalmente nunca he vuelto a utilizar en mi vida. Tampoco declino griego en el coche ni repaso la lista de los reyes godos en la ducha, no recito los ríos de España ni he repasado el quattrocento.
En el artículo se sugiere que la tecnología que usan los alumnos les da una información que los profesores no tienen. Estas consideraciones me causan alarma porque si se confunde la herramienta con el saber, ¿para que van a clase? Tranquilamente se podían quedar en casa chateando o colgando fotos y riéndose con el chiste del día.
La tecnología no salva a nadie de la ignorancia. Repito una frase de Lippmann que ya dije en este blog: sufren de anemia por falta de apetito.