La hija del cura casado · ELPAÍS.com

La sueca Marta Dahlgren sufrió en Vigo los rigores del catolicismo franquista

Ayer traía El País en su edición para Galicia un artículo que se titulaba como aparece arriba. Al ver Marta Dahlgren me interesé por el tema porque yo tuve como compañera de clase en Las Acacias a una hija de Marta Dahlgren y no sabía de nada extraño en su vida.

Una vez que se lee la información (por llamarle algo), uno se pregunta cuál es la noticia. La jubilación de la señora Dahlgren. No parece que tenga más. Pero aprovechando la coyuntura, vamos a seguir engordando el confusionismo, la mentira y la confrontación.

Vayamos por partes:

La hija del cura casado: se refiere la redactora a que Marta Dahlgren era hija de un pastor protestante. Pero claro, titular con la verdad es poco rentable en este caso, es inofensivo. Técnicamente no es un cura, no porque lo diga yo, es que los propios luteranos no se dan ese nombre ni ningún ministro protestante se considera cura:

cura.

(Del lat. cura, cuidado, solicitud).

1. m. En la Iglesia católica, sacerdote encargado, en virtud del oficio que tiene, del cuidado, instrucción y doctrina espiritual de una feligresía.

2. m. coloq. Sacerdote católico.

Es evidente que el titular es una falsedad y busca provocar la confusión.

La sueca Marta Dahlgren sufrió en Vigo los rigores del catolicismo franquista: Otra memez de la redactora. Según relata la señora Dahlgren, cuando pensó en casarse con su novio español, decidió casarse por la Iglesia. Podría haberse casado por el rito luterano si su novio hubiera aceptado, pero decidió casarse por la Iglesia católica. Y, por ese motivo, se comprometió a educar a sus hijos en la fe católica, ya que ella no lo era. ¡Eso es una cuestión entre ella y su marido! ¿Es que alguien que acepta casarse por la Iglesia y a asumir sus compromisos luego puede quejarse de imposiciones?

Superados los obstáculos familiares, le pasó lo que a don Quijote: «Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho». Para la boda le pidieron un certificado de buena conducta de su parroquia y tuvo que hacer un curso con los jesuitas para convertirse al catolicismo. Como no la convencieron, le pusieron como adoctrinadora a Mercedes Semprún (hermana de Jorge), lo que acabó sirviéndole para abrazar a una amiga, que no una fe, porque, pese a tener dos cuñadas monjas, Marta era y sigue siendo agnóstica. Eso sí, tuvo que comprometerse por escrito a criar a sus hijos en las enseñanzas de la Iglesia de Roma.

Aparte de la mezcolanza de adjudicar una parroquia a la señora Dahlgren, la obligatoriedad de convertirse al catolicismo (que luego no era tal) se omite que aceptó libremente casarse por la Iglesia católica. Si yo quiero casarme con un luterano por el rito luterano, ¿tendré que asumir algún tipo de obligación?

A Galicia se mudó con la familia en 1967, porque su marido aceptó un trabajo en Vigo. La tercera de sus hijas ya nació aquí. Al llegar, las inscribió en un colegio del Opus Dei, donde la crianza multicultural de las niñas causó más de un sofoco a sus profesores. «No entendían eso de que los curas no se podían casar: ‘Nuestro abuelo es cura y está casado’, replicaban ellas, y tampoco veían razones para tener que confesarse». Actitudes así causaron revuelo en el centro y las chicas acabaron siguiendo estudios en colegios públicos.

En Vigo había varios centros privados de los que se autodenominan progresistas, como el Rosalía de Castro, fundado en 1961 y luego hubo muchos más, pero Marta Dahlgren decidió enviar a sus hijas a Las Acacias, donde coincidí con la mayor.

¿Sofoco en las profesoras? ¿Revuelo en el centro? La hija mayor de Marta Dahlgren no sólo no era protestante sino que era de las menos protestonas, era una niña brillante en ciencias y ¡siguió en el colegio al menos hasta 2º de BUP! Estamos hablando del año 1981. Era de esas niñas con buenas notas que jamás tuvo un encontronazo con ninguna profesora, tuve yo muchos más, tengo testigos. Durante mi época escolar tuve al menos tres compañeras protestantes y jamás hubo revuelo ni sofocos, estaban allí porque sus padres lo habían querido y eran bienvenidas en el Colegio, ¿qué sentido puede tener estar a disgusto en un colegio en el que no es obligatorio estar?

¿A qué viene todo esto? A que las personas tienden a deformar sus recuerdos para que concuerden con su presente. Si ahora alguien se avergüenza de haber llevado a sus hijas a un colegio con ideario católico eso no le da derecho a deformar la realidad para fabricarse un pasado heroico. Como tantos millones de españoles que vivieron el franquismo sin mover un músculo, la familia de Marta Dahlgren vivió en Vigo la vida normal de una familia burguesa.