Solzhenitsin y nosotros – Hermann Tertsch
Aunque recién salido del «Archipiélago Gulag» que después describiría en su inmensa obra sobre el exterminio de millones de seres humanos en aquella geografía paralela de los campos de prisioneros soviéticos, Solzhenitsin ya había atacado como «cobardía» la retirada norteamericana de Vietnam y criticado fenómenos de la vida de las democracias y el capitalismo como la rapacidad, el populismo, la falta de respeto a la persona, a su dignidad e intimidad, el desmoronamiento ético y cultural o el desprecio al hecho religioso. Así se ganó a pulso Solzhenitsin las descalificaciones como «ultraderechista» con su demoledora denuncia de la brutal miseria del régimen comunista -que ya sólo gozaba de prestigio en ciertos sectores de un Occidente que no lo padecía- y su falta total de entusiasmo por las democracias, tantas veces cobardes y siempre autocomplacientes. En España fue peor porque, cuando muy superficialmente se comenzó a conocer aquí su obra, la hegemonía cultural y mediática de la izquierda ya se había instalado firmemente con esa zafia y mentirosa administración de verdades que condena la duda y la discrepancia, heredada del franquismo y del antifranquismo totalitario.
Ayer falleció Alexander Solzhenitsin, poeta disidente y veraz del gulag- en Scriptor.
De muy recomendable lectura.
Y, entre una selección de textos sobre el poeta ruso en Aceprensa, destaco esta pieza:
La visita de Solzhenitsin a Juan Pablo II
«En el curso de estos años, muchos han observado una coincidencia fundamental entre las palabras de Juan Pablo II y las de Solzhenitsin sobre el futuro del mundo -que fue el argumento central de la conversación-. Recientemente, alguno ha dicho: el tema central coincide, pero Solzhenitsin habla con pesimismo y el Papa con optimismo».
«Para ambos, como quedó claro en el diálogo, la historia de la humanidad existe sólo en cuanto realización del plan salvífico de Dios, de modo que si se aleja de este plan, las raíces de la vida se secan y mueren. Pero para Solzhenitsin, el proceso de alejamiento está en marcha, y la obra titánica de este Papa, que él venera y admira desde hace quince años, consiste en frenar este proceso. Para Juan Pablo II, por el contrario, el empeño del hombre en la colaboración con Dios es sobre todo obra de la juventud, «esperanza del mundo». Solzhenitsin habla de su tristeza al ver las iglesias de Occidente «llenas de turistas pero con pocos fieles». El Papa le replica con afecto que la situación está cambiando…»