Cuando explico a los alumnos el nuevo contexto comunicativo que se ha creado tras Internet y su enorme poder de desestructurar la jerarquía de los medios tradicionales, les muestro estas dos viñetas, una del año 2005 y la otra de 2018.
La primera es de los gloriosos tiempos en los que unos blogueros eran capaces de desenmascarar a Dan Rather y mostrar que había hecho pasar por auténtico un documento difamatorio contra George W. Bush. El escándalo, conocido como Rathergate, acabó con la carrera del presentador televisivo. La gente (We the media, ¿se acuerdan?) pedía cuentas a los medios tradicionales y les exigía decencia.
La segunda ilustración es de Politico y aquí la perspectiva es exactamente la opuesta: las redes sociales son una fuente de contaminación informativa, de manipulación, de ignorancia. Los medios de comunicación son la presa que contiene toda esta basura, la limpia y sirve las noticias. En realidad, el autor pone como presa ‘el periodismo’, que no tiene que coincidir exactamente con los medios.
Les pregunto a los alumnos cuál de las ópticas es la real pero ambas lo son. A continuación les pregunto: ¿qué hacemos con este panorama? Ni ellos ni yo lo sabemos.
Estas imágenes me vinieron a la mente con las elecciones andaluzas, especialmente al leer los análisis que hacen periodistas instalados en los medios o los lamentos de los políticos instalados en el régimen.
Jamás votaré a Vox o a Podemos, estoy en contra de las políticas que buscan chivos expiatorios a los problemas de la sociedad, sean esos chivos expiatorios los inmigrantes, la gente de derechas, la de izquierda, los gais o los católicos.
Pero resulta muy indignante que esta élite económica, política o periodística se rasgue las vestiduras con tal de no entender qué esta pasando. ¿Qué está pasando? Elijan ustedes entre estas dos visiones que van a continuación. En la primera ilustración -incluso he encontrado dos personajes parecidos a Pablo Iglesias y Santiago Abascal- tenemos unos indignados con lo que Trump llamaba ‘el pantano’: una casta política de mediocres que sólo aspiran a permanecer en su castillo de privilegios. Y esta crisis de legitimidad se traslada también a la Unión Europea, a una estructura de funcionarios y políticos de altísimo nivel y sueldos estratosféricos que decide sobre la vida de millones de personas sin dar cuenta de su gestión a nadie. ‘No taxation without representation’ fue el eslogan de la independencia americana y creo que hay que retomarlo aquí.
En la segunda viñeta, los partidos autodenominados constitucionalistas se erigen en salvaguarda de la racionalidad frente a los embates de los partidos autodenominados ‘de la gente’ que son la auténtica fuente de basura con su propaganda, su desinformación etc, etc. propiciados por un medioambiente creado en las redes sociales.
Trump ganó las elecciones diciendo que iba a limpiar el pantano (the swamp) y, como recuerda Ross Douthat, el pantano se está limpiando bajo su mandato gracias a la catarsis espantosa de ver que lo que le rodea a él es una basura aún más maloliente.
La gente (me permito hablar en nombre de ellos porque yo sí soy parte de la gente) está muy indignada, mucho. Cada uno por motivos diversos y algunos coincidentes, pero la fuente de esa indignación es una crisis económica inexplicada en la que hemos acabado pagando los platos rotos quienes no tomamos ninguna decisión sobre ella, quienes hemos cumplido con nuestro deber y quienes vemos que NO HAN APRENDIDO NADA. Es más, los políticos se han hecho aún más mediocres (¿cuáles son los méritos de Blanco, Sánchez, Iglesias y Rivera? Ni una oposición aprobada, ni un puesto de pipas regentado), hacen una moción de censura a un gobierno por corrupción y ponen otro aún más corrupto (mira que me cae bien Borrell pero lo de Abengoa es corrupción de la peor y las sociedades interpuestas para comprar casa es un misterio que deberían explicar muy bien), se pasan seis meses intentando sacar a Franco de su tumba, blanqueando el golpe de Estado en Cataluña, manejando el control del poder judicial, sin ruedas de prensa con preguntas, conversando con Villarejo… decepcionante, devastador.
¿A quién le extraña el resultado de Andalucía? Hartura de un porcentaje del electorado, decepción del votante socialista y bastante sentido común de la mayoría que así y todo no se ha tirado al monte.
Por lo tanto, mientras no se quiera entender la situación, no se quiera afrontar una auténtica regeneración de las instituciones, una limpieza de las élites políticas, mediáticas (sí, queridos periodistas estrella, sois una lacra) y económicas seguiremos teniendo políticos populistas y ¡ay si ganan las elecciones!